lunes, 28 de noviembre de 2016

Con el corazón lleno y la mochila más ligera

Después de llegar a casa, llorar y descargar tantos nervios acumulados de estas últimas semanas, puedo resumir lo que ha supuesto para mí estas jornadas. Es algo que necesito contar, aunque sea en unas breves palabras.
Creo que el principal objetivo que nos propusimos se consiguió: que nosotras, las familias, fuéramos las protagonistas de las jornadas. Hemos conseguido crear un espacio de confianza en el que nos sentimos libres de expresarnos sin ser juzgados. Y todo ello con la ayuda de los profesionales que compartieron con nosotros su experiencia. Especialmente debemos agradecer a los ponentes de tantísimo nivel, que desinteresadamente nos ofrecieron su conocimiento, pero también las intervenciones de todos los demás, que nos hicieron reflexionar de una manera muy profunda.
Quiero agradecer el esfuerzo de todas las familias, que muchas habéis venido de muy lejos, y que el hecho de tener niños pequeños, bebés, e incluso alguno de vosotros convalecientes, no ha impedido que viajéis a Granada. Todo nuestro esfuerzo de estos meses se suma al vuestro.  
Entre todos hemos conseguido aliviar nuestras mochilas, llenas de dudas, incertidumbre y miedos en la crianza de nuestros hijos.
Especialmente me llevo una inyección de esperanza, porque sé que no estoy sola.
Puedo contar y contaré con un equipo de gente, empezando por Mercedes Moya, mi más estrecho apoyo, y acabando por todo el equipo de Aldeas Infantiles, que se han volcado en este proyecto, al que tengo que decir que se sumaron a ciegas.
Porque tengo a las familias que tantísimo apoyo y agradecimiento me han dado, y que os tengo que decir que tengo el corazón lleno a rebosar.
Y porque, muy especialmente, he podido conocer a Carla, quién me ha quitado una de las piedras más grandes de mi mochila. En ella veo un futuro que siempre he soñado para mis hijos, que son por los que en último término hago todo esto. Creo que junto con Iratxe nos hicieron un regalo enorme a todos los padres adoptivos que estábamos allí. Cuántas veces hemos mirado al futuro de nuestros hijos con miedo, por culpa de ese techo de cristal que nuestra sociedad y especialmente nuestro sistema educativo nos ha hecho creer que no pueden traspasar. Ha sido ella, junto con todos vosotros los que me habéis dado la fuerza para continuar por este camino. Sin duda las familias adoptivas estamos hechas de otra pasta. Ahora sé que no estamos solos y que tal y como os prometimos vamos a seguir luchando y dando caña.
Gracias, gracias y mil gracias. 


María Martín Titos

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